A través de los años hemos visto el surgimiento de las diferentes expresiones de la Iglesia. En la mayoría de los casos estas nuevas expresiones surgieron por persecución, fragmentación o diversidad. A través de la historia de la Iglesia, la persecución de creyentes alrededor del mundo ha traído un sentir de unidad en medio de la diversidad. El ataque al cristianismo de parte de grupos radicales ya sean religiosos o gubernamentales durante la última década creó un sentir de unificación entre diversos grupos cristianos. El enfoque ya no era las diferencias de ser Católico, Evangélico u Ortodoxo, sino que fue la identidad cristiana y la persecución que produjo. De repente, grupos evangélicos, católicos y ortodoxos han sufrido juntos y han trabajado por el apoyo ya sea humanitario o en demandas de protección de los derechos humanos de creyentes identificados como “cristianos.” No es necesariamente un movimiento teológico ecuménico, sino más bien un sentir de identidad en Cristo. Definitivamente algo sin precedente, pues por muchas décadas la persecución de creyentes se ha manifestado no solo por fuentes externas al cristianismo sino en gran parte ha llegado de grupos mayoritarios de la religión cristiana, especialmente después de la reforma de Luterano hasta nuestros días con el crecimiento de la Iglesia evangélica.
En este articulo no me interesa animar la integración de sectas o religiones cristianas sino mas bien presentar la integración de la Iglesia cristiana evangélica en sus diversas ramas. No es tampoco un impulso ínter-denominacional pues eso implica estructuras que para mi no son mas que andamios de la verdadera Iglesia de Cristo, que son los creyentes.
Ya pasaron 9 meses desde que el CORONAVIRUS vino a desarmar las estructuras de nuestro mundo, incluyendo las estructuras eclesiásticas. Al inicio de todo esto me atreví a escribir algunos artículos para animar a la Iglesia a entender su identidad, el sacerdocio de todo creyente y la importancia de la Iglesia en el hogar. Hoy mas que entonces, creo sumamente importante el que Pastores y lideres presenten estas enseñanzas bíblicas que pueden restablecer vida a los creyentes en un tiempo de confusión.
Hemos dedicado demasiado tiempo y recursos en crear andamios tecnológicos para mantener viva la estructura que tuvo que cerrar. El fracaso parcial de los esfuerzos tecnológicos para mantener a la grey conectada ha sido de frustración para muchos y a la vez ha sido también una plataforma de animo y alcance a muchos que atemorizados por las circunstancias han encontrado una conexión con la palabra de Dios. Lamentablemente la Iglesia presencial ha sido limitada y en algunos casos las consecuencias de ciertas reuniones han sido lamentables y los medios de comunicación, que hoy en día sobran, han hecho fiesta para atacar la “irresponsabilidad” de ciertos grupos que infectaron personas y en algunos casos iniciaron fuentes de contagio critico para la ciudad en que radican.
El numero de creyentes que a través de los meses se ha “aburrido” de las transmisiones en linea o reuniones en zoom sigue creciendo y lamentablemente las “des-conexiones” siguen aumentando en la Iglesia virtual. Creo que el estar acostumbrados a categorizar todo lo que aparece en una pantalla como estudio, trabajo, o simplemente entretenimiento está creando una muralla difícil de romper para la Iglesia que no cabe en esas categorías. Aun cuando las pantallas se utilizan para conectar seres queridos en ocasiones de distanciamiento, sabemos que solo es el sustituto del momento en el que podemos abrazarles y gozarnos juntos. Por mucho tiempo he observado como la Iglesia ha luchado con la tentación de “entretener” a sus asistentes. En lugar de llevarles a la adoración caemos en buscar formas de atraer y entretener gente para mantener la estructura funcionando y ahora cuando la estructura se encuentra en alto riesgo, la tentación es aun mas grande.
El riesgo de presentar una “Iglesia virtual” era grande y lo tomamos pues dio acceso a muchos que no nunca habían llegado a nuestras iglesias y en algunos casos nuevos creyentes han permanecido conectados pero en muchos casos la extensión de tiempo en estas circunstancias ha provocado que la emoción del inicio no dure. En Marzo pensamos que la pandemia era cosa de unas semanas y no fue así, el día de hoy sigue creciendo y esperamos con confianza la llegada de la vacuna pero esto puede durar un año más, debemos planificar y tomar decisiones. La Iglesia necesita vivir en persona, tocar, alcanzar, servir, ayudar, interceder, cantar alabanzas, romper pan, enseñar la palabra, en persona. Se tiene que reunir y multiplicar.
La presión económica llevó a nuestros gobiernos a una nueva fase en la lucha contra los efectos de la pandemia. La salud sigue siendo la prioridad pero la amenaza al sistema económico llevó a la necesidad de abrir el comercio interno y a su vez dar espacio a las Iglesias locales de abrir sus puertas con restricciones. A nadie le gustan las restricciones y solo fue cuestión de tiempo para que ahora tengamos pastores y lideres peleando sus derechos ante el gobierno y en ciertos lugares demandando en corte a lideres del gobierno por no permitir reuniones con total libertad o con la libertad que ha sido dada a negocios de entretenimiento como casinos y bares. El desafío a las autoridades de parte de ciertas iglesias ha creado confusión entre los creyentes. La confusión del creyente siempre llega cuando “la carne” busca protegerse o beneficiarse en lugar de confiar en el Señor aun bajo la opresión.
Pastores que he respetado mucho por sus enseñanzas bíblicas se encuentran amarrados en litigios judiciales en la búsqueda de sus derechos. ¿Qué estamos haciendo?
Hasta mis hijos jóvenes me han preguntado si dichos pastores han olvidado la Epístola de 1 Pedro. Sí, como ciudadanos tenemos derechos ante el gobierno, pero Pedro escribe vez tras vez que “para esto fuimos llamados en Cristo” y nos guía a como actuar ante situaciones de abuso. Será tal vez que la Iglesia ha gozado de tanta comodidad que se nos ha olvidado que Cristo no abrió su boca ante sus trasgresores. Que en perder nuestros derechos es que ganamos. Que fácil es escribirlo y decirlo. Que difícil es vivirlo. Y que hacemos con la frase que tanto amamos de Jesús : “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día y sígame. Porque todo el que quiera ganar su vida la perderá, mas todo el que pierda su vida por causa de mi, la ganará.”
Mi llamado inicial en Marzo fue que los lideres y pastores afirmaran la identidad de la Iglesia en el hogar. Que las familias y grupos pequeños entendieran y experimentaran la realidad de ser LA IGLESIA, en lugar de estar sufriendo el no poder “IR a la Iglesia” o “Estar en la Iglesia.” El llamado, especialmente al padre de familia de ser sacerdote en su hogar y en su ausencia, los adultos de la casa. Sí, aunque fueran solo dos en casa, en Cristo están completos en El. Luego de identificarse como la Iglesia, poder entender que son responsables por la vida y reproducción de la nueva expresión eclesiástica. El que de repente cayéramos en caos por no poder asistir a una reunión dominical por varias semanas solo mostró la falta de discipulado y enseñanza bíblica respecto a la vida de la Iglesia antes de que llegara la crisis de Covid19 y el enfoque des-balanceado en activismo eclesiástico que hemos vivido.
Luego que el gobierno dio oportunidad para que grupos de 10 y hasta 50 personas se reunieran, mi animo fue a que los creyentes se reunieran en hogares en grupos pequeños, fuera para ver el video de la Iglesia madre en linea juntos o para realizar su propio servicio dominical, celebrar Santa Cena, orar juntos y tener koinonia. Esto lo escribí pensando aun en los grupos de membresía de las diversas iglesias locales.
Pero el asunto sigue y si bien nos va tendremos una vacuna para el virus a mediados del 2021. Mientras tanto la gente se sigue desesperando, las infecciones siguen creciendo y las Iglesias locales se mantienen cerradas para no crear focos de infección o abren bajo el riesgo y limitados en asistencia o se revelan contra el gobierno y crean riesgo de infección. Muchos toman el riesgo hoy declarando que en Cristo hay sanidad. Yo estoy convencido del poder de nuestro Salvador pero creo también en la sabiduría que Dios nos da en momentos como estos. Dado a que en mi mente la Iglesia no está limitada a la expresión estructural actual, no veo el porque de poner creyentes en riesgo. Yo amo la Iglesia local tradicional. Allí llegué a Cristo, allí crecí en Cristo, allí compartí de Cristo y participé en todos sus programas y me inventé otros cuantos. Todo movido por el amor a mi Señor y su palabra, pero después de vivir 10 años en Asía y ver el poder de la Iglesia en el hogar, creo que Dios nos está hablando a considerar el crecimiento de la Iglesia y no solo el mantenimiento de las estructuras y tradiciones que ahora conocemos y de las cuales dependemos. Solo El es Dios y solo El es el dueño de su Iglesia. Es el momento de reconocer que los creyentes somos los ladrillos vivos que forman y reproducen la Iglesia y que el dicho no es solo una metáfora.
Hoy quiero presentar la necesidad de soltar nuestras ataduras estructurales. Ya no decir “yo soy de Pablo” y “yo soy de Apolo”, o “yo soy bautista” y “yo soy Metodista” o “yo soy del Camino” y “yo soy de la Frater”. Es hora de regresar al concepto universal de la Iglesia.
En mi observación de la Iglesia perseguida o en crisis he notado que cuando cuando la persecución o tragedia se extiende por largo tiempo sobre los creyentes, muchos se empiezan a reunir sin desplegar “marcas”, se expresa unidad y su identificación es en Cristo y como creyentes del evangelio y ya no en denominaciones. Vecinos que normalmente se levantaban el domingo para dirigirse a diversos puntos de la ciudad y reunirse allí con los creyentes de su Iglesia local ya no pueden hacer lo mismo. Hoy podrían reunirse sin pensar “de que iglesia son”, en su misma cuadra, en grupos pequeños, en diferentes casas y experimentar LA IGLESIA. Aunque anteriormente fueran miembros de diferentes grupos eclesiásticos ahora pueden ser uno en Cristo.
Uno de los problemas que surgen es la lealtad que los creyentes tienen a su “Iglesia local” y su sobre-vivencia en este tiempo critico, pues sinceramente las estructuras eclesiásticas locales están en gran riesgo. Pero, ¿Qué hay de la lealtad a Cristo y su IGLESIA? Éste paso va a tener que ser impulsado y sustentado por lideres que entienden que La Iglesia no es de ellos sino de Cristo y han enseñado o van a enseñar este concepto bíblico en lugar de promover su programa y su proyecto en tiempos tan inciertos. Toda la administración de la institución se ve afectada si el pastor regala sus ovejas a la comunión de los creyentes fuera de su cobertura. Y sí, siempre abran lobos y falsos maestros en algunos lugares, esto también lo dijo el Señor, pero si no actuamos pro-activamente para salvar creyentes que se están alejando y alcanzar nuevos vecinos, la Iglesia podría estar en graves problemas, como le está sucediendo a tantos negocios enfocados a una economía de consumo durante este tiempo de crisis.
Lo increíble de todo esto es que la Iglesia, los creyentes, el remanente va a sobrevivir la crisis y va a seguir adelante. No estoy hablando de los que sobrevivirán porque tienen mucho dinero y van a aguantar aunque esta crisis dure un año o mas. Estoy hablando de los creyentes que con o sin estructuras siguen creciendo y reproduciéndose aun bajo la persecución o crisis, los que pierden todo y siguen comprometidos con Cristo. Los que se regocijan en la persecución por ser hallados dignos de sufrir por Cristo. De los que saben soltar andamios para enfocarse en el edificio vivo que son los creyentes y en la gloria que le pertenece al Padre en Cristo Jesús.
Giovanni Pineda